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Bogotá, como cualquier capital del mundo, ofrece diversos establecimientos nocturnos en los que la gente se reúne para rumbear. Las opciones son diversas, puedes encontrar desde los bares cuyo himno es El periódico de ayer de Héctor Lavoe o clásicos de Rafael Orozco, Johnny Rivera o Don Omar, hasta discotecas que ofrecen una variedad de música electrónica y fiestas temáticas. Y a pesar que el gobierno distrital ha desarrollado planes para mejorar la seguridad de las personas que asisten a estos lugares y de los habitantes de sus alrededores, es evidente que existe una gran cantidad de casos donde las regulaciones son ignoradas.

 

En Bogotá según el directorio disponible en la página de “BogotámiCiudad.com” existen tan solo 412 establecimientos destinados a la rumba y se distribuyen de la siguiente manera: 352 bares, 40 discotecas, 16 clubes y lounges y 3 pubs. Cifras que parecen ilusorias frente a lo que se puede ver en un recorrido nocturno por la ciudad. Tal vez estas cifras sean de los establecimientos que prestan sus servicios de forma acorde a las medidas que ha dispuesto el distrito o simplemente sean los recomendados. Cualquiera que sea el caso, ese número parece representar la realidad de los establecimientos nocturnos. Sólo al  buscar la  palabra bar en Google Maps, la página muestra más de 640 resultados en la ciudad de Bogotá. Tengamos en cuenta que este dato está en tela de juicio, pero aun así, luego de esta cifra Google seguía arrojando más y más resultados.

 

Ahora bien, sí realizas una comparación entre los establecimientos que aparecen en la página oficial del distrito y Google Maps se ven varios desaciertos en ambos links. Pues bien, en una de las calles a las que pude llegar para realizar el presente reportaje, encontré más establecimientos que los que hacen referencia las páginas ya mencionadas. Por ejemplo, en la carrera 33 entre las calles 50 sur y la Avenida Boyacá según la página oficial del distrito no existe ningún establecimiento nocturno. En cambio, Google Maps muestra que hay cuatro. Si pasas por ese sector de noche, en una sola cuadra puedes encontrar cinco establecimientos, lo que hace pensar en el tremendo desfase que tiene el distrito al regular dichos lugares de rumba.

 

En su mayoría, estos lugares están conformados por pequeños establecimientos, parecidos a los garajes de las casas. Lo que se evidencia con esto es que son locales comerciales adaptados pobremente para ofrecer rumba, música y bebidas. En varios de estos establecimientos no se puede ver el nombre de lugar, ni siquiera tienen aviso. Aun así tienen gran afluencia de personas, las cuales van y disfrutan la noche a su gusto, sin importar como afectan a los vecinos. En un punto del sector mencionado, se podía distinguir el sonido de tres canciones bailables provenientes de las discotecas cercanas. Este punto está a una distancia considerable, aproximadamente unos 20 a 25 metros, del establecimiento  más cercano, donde bailaban y disfrutaban la canción del Ras Tas Tas (salsa choque), muy popular en el sector. Además, no se alcanzan a ver empleados encargados de la seguridad de los establecimientos, tan solo un hombre en bicicleta que merodeaba el sector con un pito y un palo. Este hombre ni siquiera es el encargado de la seguridad de los bares y discotecas, él es el que cuida los establecimientos comerciales destinados a otros propósitos que se encuentran cerrados.

 

En su gran mayoría, el personal típico de estos establecimientos los conformaban un hombre o una mujer que lleva los tragos o cervezas a las mesas y el administrador que se sienta con sus clientes para charlar, recochar y tomar con ellos. De todos modos, existen excepciones: lugares donde se encontraban más empleados debido a la amplitud del mismo local. Si pudiese hacer una generalidad, los locales tenían entre tres a seis mesas en un costado; una barra donde tienen las bebidas; algunas canastas donde el distribuidor deja las cervezas; un baño casi improvisado, que en algunos lugares consistía en un orinal hechizo; una rockola y una pista de baile de más o menos dos metros de ancho por unos tres de largo. En algunos lugares del sector, luego que pasara la hora permitida para la rumba en zona residencial, únicamente se cerraban las puertas pero al interior la fiesta continuaba.

 

Ahora bien, en este sector que no está destinado para la rumba se genera la peculiaridad. La mayoría de los clientes son personas provenientes de una región específica del país. Es como si estos establecimientos fuesen bares especializados. Al desviarme de esa vía principal y meterme entre cuadras pude ver que no hay muchos bares. Los que hay están muy distanciados entre ellos y parecen conservar un límite de sonido. Sin embargo, no son precisamente lugares de rumba, muchos de ellos son cigarrerías e incluso uno servía de papelería de día. Las personas  que se encontraban adentro eran en su mayoría del interior del país.

 

Por otro lado, en el Barrio Venecia, para ser más específicos, la intersección de la Autopista Sur con la Avenida 68 y algunas cuadras más también se encuentran establecimientos nocturnos. Estos lugares son mucho más grandes y aparentemente están mejor adaptados para la rumba. En su mayoría se encuentran en segundos pisos y la entrada es una puerta pequeña que da a unas escaleras muy estrechas para la cantidad de personas que frecuentan dichos lugares. Junto a una iglesia cristiana, existen varios lugares de rumba, algunos como en el anterior sector, no tienen nombre en la entrada; tan solo un letrero de neón con la palabra bar o chicas. Al transitar por este sector a las horas de la noche, los encargados de seguridad, lo supongo por las chaquetas que usan (algunos tienen logos de establecimiento, otros solo la palabra logística), parecen tener la función de llevar clientes a los lugares de rumba con la premisa de “chicas, chicas, azafatas, colegialas”, como si fuese san Victorino.

 

En uno de estos lugares, muy cercano a la intersección de la Autopista Sur con Avenida 68, una señorita con las mismas prendas de los encargados de seguridad, de más o menos 1,65 metros de estatura con sus tacones, me llama la atención. Además de su chaqueta holgada, su intención para incitarme a ingresar el establecimiento usando la misma estrategia de los señores ya mencionados. Al final trata de empujarme hacia la puerta del lugar. En el interior de estos lugares, efectivamente hay chicas, muchas de ellas ejercen la prostitución, otras solo hacen shows en las barras, los tubos, y en algunos casos bailan para las personas que pagan el servicio de los llamados “privados”. En todo el barrio de Venecia existen muchas residencias, supongo que tiene relación con los clubes de caballeros que se encuentran atestados en unas pocas cuadras del sector.

 

 

Bares clandestinos

Anderson Vásquez

El entretenimiento en Bogotá y en las grandes urbes no solo está conectado a las 

dimensiones sobre el tipo de diversión que pueda ofrecer un establecimiento o un 

espectáculo. El placer del goce se fortalece cuando está impregnado lo invisible o lo prohibido. Este texto hace un mapeo sobre la situación de unos bares en el sur de la ciudad

 

 

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